Dividir para unir

Edward Shaw

Viviana Zargón se plantea la eventualidad de la dicotomía en su obra. Y su obra resulta un fiel reflejo de su vida o viceversa. Pero con Viviana la fracción puede convertirse en totalidad; no hay armonía sin división; no hay construcción sin enfrentamiento. En el proceso de fragmentar Zargón complementa y completa. Su vida ha sido una acumulación de cambios y transiciones; su obra un viaje en doble sentido, un intento de componer los opuestos, compaginar verdades divergentes, unir dos facetas de una misma realidad.

La composición de la obra de Zargón siempre se divide en dos segmentos. Al ver mucha obra suya, uno rescata la imagen de una cama como estructura protagonista, una cama en donde el lugar de la almohada muchas veces está ocupado por una foto que el artista ha tomado y ha pasado a la tela. Este es un espacio para el sueño en la obra de Zargón, donde se puede transitar el pasado y el futuro en un mismo instante.

Zargón cita el pasado y el presente de la obra continuamente. Dice: “todo lo que se produce es en función de lo que viene, sin perder lo que hubo… Busco la historia y la calidad de la pintura. Lo tecnológico me fascina. Por mi pasado soy pintora, hoy no tengo ganas de incorporar otros elementos, como por ejemplo una fotografía digital”.

Zargón junta contrastes. Empezó su vida con una inocente búsqueda de autosuficiencia como artista. A los 9 años comenzó a circular por los talleres dividiendo –como suele hacer – su energía entre la pintura y la música. A los 14 años decidió quedarse con la pintura, una forma de expresarse fuera del cuerpo, produciendo algo que quedará más allá de ella misma. Luego las circunstancias la arrancaron de la plácida vida de los talleres y se encontró viviendo sola en Barcelona por 6 años. Así empezó un nuevo viaje.

Se enfocó en el minimalismo, dejando su expresionismo original por una actitud de "sacar cosas", de reducir la carga que colocaba sobre la tela.

Empezaron las divisiones, inventó el formato "cama" donde en el lugar de la almohada depositaba los residuos de sus sueños y en el sitio de las frazadas, las texturas de una vida ya arrugada. Absorbió el grafismo y la composición de Mark Rothko en su actitud frente a la pintura.

También se ocupó de incluir lo matemático tanto como lo emotivo.

Empezó a preocuparse por las combinaciones -palabras y símbolos, paisajes y abstracciones, geometría y textura, historia y concepto- en todas sus obras. Fragmento a la vez hasta la estructura de un mismo cuadro, cortándolo en varias tajadas angostas.

Así llega a su obra actual: Un detalle en una foto sacada en una grúa del puerto que encabeza una secuencia de fórmulas de la geometría o unas tablas de ciencia oscura, repetido sobre cuatro o cinco largos paneles. Continúa fiel a su planteo original: dividir para unir.