Rodrigo Alonso
Desde hace varios años, Viviana Zargón utiliza la fotografía como punto de partida para la construcción de su universo pictórico. Amplios espacios vacíos pueblan sus obras, con una exactitud y unos detalles que el mero recuerdo es incapaz de proveer. Para esto, recurre a la técnica del fotorrealismo: adopta voluntariamente el punto de vista de una cámara (con todas sus implicancias sobre la configuración visual y semántica de la realidad), pero decide encarnarlo mediante las técnicas y las materialidades de la pintura.
Este procedimiento le permite abordar las arquitecturas industriales (el principal foco de su interés en la actualidad) con gran precisión, haciendo hincapié en las estructuras racionalistas que las sustentan, la monumentalidad de sus escalas y el rigor de sus soluciones edilicias. Pero también le permite investigar el concepto mismo de representación, dado que, aunque pintura y fotografía confluyen en la producción de imágenes, no plasman la realidad de la misma manera. La elección de los motivos alude igualmente a otro tipo de representación no menos importante. Las fábricas fueron durante mucho tiempo el eje medular del capitalismo modernista, en tanto espacio de organización laboral controlada y de producción de bienes destinados a resolver las carencias materiales de la humanidad.
Zargón nos muestra estos espacios vacíos, inhabitados. Sus esqueletos colosales ponen de manifiesto el agotamiento del sueño modernista tanto en sus aspectos económicos como sociales. Desde una perspectiva arqueológica, la artista se sumerge en su simbología y sus rincones, para invitarnos a reflexionar sobre sus promesas incumplidas, pero también, sobre el destino de la actividad productiva y laboral en nuestro mundo actual. Una de estas arquitecturas, el Palais des Machines, fue creada para demostrar al planeta la envergadura del poderío industrial francés durante la Exposición Universal de París de 1889; en ella se cifra la utopía de los comienzos del capitalismo industrial y los intentos del país galo por ubicarse como una de las potencias rectoras del planeta. Otras imágenes corresponden a empresas que por diferentes motivos han dejado de funcionar, dejando detrás de sí unos fósiles fabriles que atestiguan la audacia de su proyecto mercantil. Hoy las vemos como sitios cargados de una memoria histórica y emotiva, como los lugares que configuraron el perfil social de un tiempo en el que crecimos y del que todavía nos es difícil desprendernos por completo.
La alternancia entre pintura y fotografía permite a la artista adoptar diferentes puntos de vista: a veces, pareciera exaltar el producto del racionalismo y la organización; otras, ocupa la posición de testigo de un final o una decadencia. Por otra parte, una y otra la autorizan a tomar distintas aproximaciones conceptuales respecto al tema de la representación: así, con la pintura suele construir imágenes monumentales mediante la sumatoria de fragmentos, mientras con la fotografía suele partir de una imagen única que luego secciona interviniendo sobre su soporte.
Cada medio aporta cualidades que le son intrínsecas. La pintura es un producto único e irrepetible; su realización manual nos invita a aproximarnos a sus detalles, a sus accidentes materiales, a sus transparencias y opacidades, a sus planos y sus líneas. En cambio, la fotografía se presenta como el medio serial que es, técnico, distante y carente de espesor. La pintura es laboriosa y sucia; la fotografía es leve y aséptica. La pintura es producción y proximidad, la fotografía es observación a la distancia. Mientras la primera no puede desprenderse de la subjetividad de su autora (aunque más no sea en la elección del tema y en la forma de plasmarlo sobre la tela), la segunda remite más bien al registro catastral y al archivo.
Así, Viviana Zargón nos invita a reflexionar sobre nuestro pasado reciente, no ya con el fin de refrescar la memoria histórica, sino más bien, con la clara intención de meditar sobre el mundo actual. En sus trabajos reverberan los ecos de proyectos e ideales que todavía nos convocan, y de los cuales somos, en alguna medida, consecuencia. Su mirada arqueológica no es nostálgica sino analítica. No obstante, su investigación no es científica sino poética: no se basa en precisas estadísticas, sino en las ilusiones, los caminos recorridos y el corazón.