Elena Oliveras
¿Cuál es el hechizo que ejercen, en las búsquedas de Viviana Zargón, las fotos de fábricas clausuradas o en construcción ? Una y otra vez ella se detendrá en los detalles que la cámara capta y, en todos los casos, resaltará un elemento común: el abandono. Pero ¿ es sólo el vacío, la desolación, la negación de la presencia humana, la humillante indiferencia hacia el esplendor de lo que fue, lo que orienta su atención? Si aceptamos sumergirnos en el extraño y al mismo tiempo cercano mundo que su obra inaugura descubriremos que hay otro elemento común: la presencia de un orden constructivo. Entonces, más allá de las connotaciones negativas del abandono (deterioro, despojamiento, desafección) surgirán otras que remiten a la dignidad y estabilidad de aquel orden.
Las pinturas de Zargón ponen en evidencia la atención entre una Poética del Vacío y una Poética de la Construcción. La primera incluye dos vertientes diferentes. Por un lado, la artista muestra un mundo incompleto donde todo está por darse. Por otro, presenta un mundo clausurado en el que todo se ha dado ya. Le interesa captar el antes y el después: tanto la fábrica en obra como la que, una vez terminada, sufrió los efectos de la clausura. Siente que la representación del movimiento de hombres y de máquinas industriales – verdadero estímulo para los pintores futuristas- desviaría nuestra atención del fascinante juego de curvas, rectas, diagonales, de ángulos y de aristas. Dejaríamos de percibir el obstinato rigore del constructor que sólo el vacío de tiempo y de acción exalta. Zargón no acepta interferencias. Fiel a su vocación minimalista de comienzos de los años 80, cuando completaba su formación en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, se concentra en ese obstinato rigore. Porque lo admira, lo destaca y lo imita. Con la precisión de un constructor, corta, secciona, divide. Separa luego los fragmentos en el espacio. Algunas veces deja zonas vacías; otras, agrega paneles pintados en un gris oscuro y silencioso o bien opta por franjas de acero inoxidable o hierro. En este último caso, los materiales de uso en la construcción aportarán el dato de "realidad" que, momentáneamente, no se alejan del phantasma, de la apariencia de la imagen. De esta manera, lo desaparecido ingresa en nuestro aquí y ahora, en nuestro propio espacio y tiempo. Vuelve para recordar lo que fue y también para señalar lo que podría llegar a ser.
Zargón destruye la idea tradicional de cuadro como campo o continium bidimensional. No es ésta la primera vez que produce el quiebre de la continuidad de lectura. Lo encontramos en sus “ paisajes urbanos “ de comienzos de la década del 90, cuando incorpora el marco al cuerpo principal de la obra y, luego, cuando divide el cuadro en dos tramos: el superior, de aspecto fotográfico, En el que se repite un mismo motivo iconográfico - la fachada de una vivienda en estado de semiabandono - y el inferior, ocupado por el texto en el que, junto a fórmulas y ecuaciones matemáticas, se incluyan palabras como "armonía", "equilibrio", "levedad", "gravedad", "proporción".
En su reciente serie de pinturas el ordenamiento superior/inferior es reemplazado por el desplazamiento horizontal de planos rectangulares o circulares que enfatizan aspectos estructurales dominantes. No encontramos palabras. Pero las obras "hablan" de una ciudad ideal perdida, De un tiempo en el que parecen haberse agotado las perspectivas utópicas, de una sociedad que esperaba mejores resultados de sí misma, aunque en la Serie de Olam el pequeño "toque" de color (rojo) podría ser visto como un leve indicio de recuperación de un elemento vital.
Todo tiende a ser de la obra el lugar de un conflicto donde el vacío se tensa en la permanencia de la construcción. Si el vacío señala el alejamiento de lo humano, la construcción lo vuelve a colocar en el centro de la escena. Si el vacío nos abisma en un pasado o en un futuro incierto; la construcción nos instala en el presente. Es ésta el tiempo del artista que crea y es también el tiempo del espectador que debe completar esa creación recomponiendo el cuerpo fragmentado y vacío de la obra desde el propio cuerpo invisible, único.
Elena Oliveras es doctora en Estética de la Universidad de París. Profesora adjunta de Estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Curadora independiente y crítica de arte, colabora en la revista Art Nexus Bogotá-Colombia, Y en el diario Clarín, Buenos Aires-Argentina.